Viajes

En Bergen, sola con dos niñas

Muelle de Bergen

No comencé este viaje con buen pie, o puede que fuera una percepción pesimista de la realidad debida a que llevaba a cabo una nueva experiencia: viajar sola con dos niñas de 2 y 6 años. Lo único que había hecho era volar varias veces con la mayor y siempre me esperaba alguien en destino. Pero ¿sola 1 semana con una pequeña de 2 años y en un lugar desconocido? Me empecé a replantear en el vuelo de ida si la gente no tenía razón, si no me había vuelto loca. Empecé a hacerme preguntas que ni me había replanteado con anterioridad. Lo sé, me diréis que lo debería haber pensado mejor antes.

La ida fue un suplicio. Pasillo arriba, pasillo abajo del avión porque mi pequeña había decidido explorar en vez de echarse la siesta. Pero lo peor era que se empeñó en abrir la puerta. Casi le da algo a la jefa de cabina. Y a mí tampoco es que me apeteciera despresurizar el avión. A esto hay que añadir las inoportunas incontinencias de la familia, que sólo hacían que aumentar los paseos por el avión. No sé cuantas veces pedí perdón.

El tiempo no nos acompañó a la llegada. Frío y llovizna, y lluvia y luego llovizna otra vez. El apartamento precioso, luminoso con unas vistas espectaculares. Pero yo sólo pensaba en que no sabía si el supuesto autobús a 5 min de distancia estaba subiendo la carretera o bajándola; y el supermercado a 5 min, dónde leches estaba. Y claro, con la lluvia, no se veía a nadie paseando. Y la única vecina que encontré parecía querer salir corriendo de allí mientras me contestaba (luego resultó ser muy agradable).

Esa tortilla de patatas que me preparó mi madre, nos ayudó a cenar esa noche. Dormimos profundamente porque estábamos exhaustas. Ya pensaría por la mañana cómo sobrevivir con todo cerrado.

Creo que hacía tiempo que no pasaba tanta angustia. Ese domingo fue, internamente hablando, horrible. Y a pesar de no poder con mi vida, no conseguí hacer la siesta con mi hija del disgusto. El sentimiento de desamparo creció en mí. Si hubiera tenido el aeropuerto al lado, me hubiera tirado dentro.
Necesitaba comprar comida, pañales, papel de water... así que decidí cambiar el chip, y usar ese día para explorar. Me puse la mochila, cargué a mi hija en el portabebés, agarramos los paraguas, y echamos a andar.

¡Que alegría!, nos topamos con la parada de autobús. Pero no tenía maquina de tiquets y tuvimos que continuar hasta la siguiente. Al llegar, pues lo de siempre, averigua como va el tema y programa tu mente para entender cómo va todo y cuidado de no perder una niña en el intento. Dejé las averiguaciones, haber encontrado el lugar ya era un logro para mí. Sólo deciros que al día siguiente, corre corre, que llega el bus, que lo veo venir; pago dentro, y sorpresa, cuesta el doble (así que de ahí otra nueva aventura para el día siguiente: llegar al centro de información turístico y recoger las Bergen cards reservadas, con las que podría coger el bus gratis. Que desesperanza, una cola que te mueres y una niña que redescubre lugares donde meterse tan pequeños que solo cabe ella. ¡Ya volveré!)

Bueno, localizada parada de autobús y para mi suerte en el camino, un supermercado. :) Y al lado del super, ¡una pizzería! Ya tengo cena.

Uff, añádele a esto, salir a comer y que te tiren todo lo que hay en la mesa; entrar en un bus con un tíquet que en realidad pone en noruego que "su billete no se ha procesado" o algo así (por cierto, encantadores los "señores autobuseros"); escuchar como le cruge el tobillo a tu hija y te la llevas cojeando (gracias a dios, falsa alarma, fue un ratito de malestar)...

Fueron dos días... bastante intensos...

Pero todo cambió. Lo prometo. Y para mucho mejor. Salió el Sol, me continué moviendo como una noruega más en el lugar, me organicé y tomé bajo control los duros momentos de las niñas. Estábamos más unidas, nos convertimos en un súper equipazo, íbamos a la una a todo y se convirtió en el viaje perfecto. Pero eso es otro post.

Os muestro alguna foto desafortunada...No estoy bella que digamos, pero así os imagináis mejor el duro panorama del principio.

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